7/2/10

Gravedad de las caídas

Rafael Pérez Ortolá

Lo que puede ser una anécdota para los niños pequeños, solemos decir que parecen de trapo, puesto que se doblan y estiran sin llegar a romperse; es muy diferente para las personas añosas, las caídas representan una COMPLICACIÓN importante en la vida de sanos y enfermos, sobre todo si son mayores. Tratándose de hechos accidentales, con frecuencia están relacionados con descuidos, imprudencias o actitudes de desidia extremosa. ¿Hasta que punto estamos ante un problema relevante? ¿Estamos ante otra de las cosas que miramos con desdén hasta que no nos toca de cerca?

Un poquito sí que conviene detenerse en la valoración de unos accidentes muy frecuentes, y de repercusiones desgraciadas en múltiples ocasiones. Lo que en el niño es casi un evento chistoso, con los años se ensombrece su signo y llega a ser dramático. ¿Frecuentemente? A partir de los 65 años se vienen detectando cifras de 1/3 de afectados, uno de cada tres sufren una caída; y eso, cada año. Con una sumación agravante, en los 6 meses siguientes, de esos que cayeron, 2/3 repetirán el accidente. Coincidiendo un poco con esto, 1 de cada 4 (25 %), ya habría sufrido una caída durante el año previo. No estamos, por lo tanto, ante un hecho que suela presentarse aislado. Hay muchos estudios con esta orientación en sus resultados, uno de los últimos en la prestigiosa revista JAMA. Aunque podría parecer sorprendente, el 96 % se producen por el día y algo parecido, el 85% se desencadenan en el propio domicilio; influyen varias circunstancias en el incremento de dichos porcentajes.

A poco que atendamos a las SECUELAS, la cantidad de complicaciones derivadas es enorme; con una coletilla común, como resultado de esas caídas se provoca un empeoramiento de las condiciones de vida de la persona afectada. Todos conocemos algún ejemplo cercano de las consecuencias fatales de semejantes trances; puede ser así en cualquier edad, aunque empeora el problema con los años. Suponen con frecuencia el desencadenamiento de las complicaciones que acabarán con la vida del afectado. Cualquier órgano, hueso, cerebro, tórax, puede verse afectado. Una de las secuelas trágicas de dichos percances suele ser la fractura de cadera. Pues bien, unos 65000 españoles cada año la sufren, con predominio en las mujeres, un 77 % de las fracturas. Sirva como dato relevante, aunque insisto en la multiplicidad de posibles complicaciones.

A medida que suben los dígitos de la edad, se concentra un mayor interés y atención dirigido hacia los diferentes FACTORES de RIESGO, por que facilitan y multiplican las hecatombes acarreadas por las caídas. Requiere una mención especial la gran lista de medicamentos que se van tomando, no es raro que se reunan 10 ó 15 fármacos distintos en el mismo día; aunque estén bien indicados, se mezclan sus efectos, con diferentes transtornos susceptibles de provocar mareos. Si añadimos procesos articulares o del riego sanguíneo, se explicará la frecuencia de alteraciones del equilibrio. Los defectos de la vista conducen a tropezones. Así mismo, la precipitación por incontinencia urinaria o por enfermedades de origen nervioso, como Parkinson u otras, es lógico que faciliten las caídas. Queda patente, se reúne un preocupante cúmulo de impedimentos, agravados cuando la actitud del interesado, del sufridor de estos accidentes, no fuera diligente para adoptar las precauciones pertinentes, por abandono o por incapacidad . Es lamentable, pero con frecuencia fallamos en lo sencillo; en el supuesto de hoy, consistiría en la prevención, evitando en lo posible los riesgos.

Una vez introducidos en la mala fortuna de estas complicaciones, se nos vienen encima una serie de cargas que son fuertes, conmo 4 RÉMORAS añadidas. La primera, sin lugar a dudas, es el sufrimiento de los afectados, por encima de otras consideraciones; debieran ser la primera orientación frente al problema. ¿Cómo atenderles mejor en estas facetas? Se añaden otras tres de considerable calado. La caída suele ir seguida de un periodo invalidante para gran parte de las actividades habituales, con las repercusiones evidentes. Hay que contar también con el gasto sanitario ocasionado, a veces quirúrgico; con unas cifras globales elevadas si consideramos el gran número de afectados. La cuarta rémora se centra en el requerimiento de unos servicios familiares o sociales, que transtornan conductas y economías, porque no es raro que las alteraciones se prolonguen a raíz de las secuelas.

De lo comentado se deducen las principales acciones preventivas y de colaboración con los afectados; sin entrar ahora en las consideraciones de los planteamientos especializados, sanitarios o de servicios sociales. Enlazando con lo dicho en párrafos anteriores, sitúo al exceso de FÁRMACOS en un lugar predominante, que se debe replantear siempre, ¿Se puede prescindir de alguno de ellos? Es una pregunta permanente, porque se van sumando indicaciones y no se quitan con la misma prontitud. Y sobre todo, son las fases de cambio en los tratamientos, las más proclives a originar inestabilidad por diversos mecanismos.

Aunque se va tomando conciencia sobre la necesidad de eliminar OBSTÁCULOS para la marcha, en casa y en las ciudades, la mejora todavía no se ha cerrado. Si hablamos de aceras, rugosas, con saltos de nivel, resbaladizas, con baldosas sueltas; si miramos al domicilio, alfombras con deficiente sujeción, y por lo tanto con pliegues imprevistos, muebles en las zonas de paso, cables sueltos y de colocación cambiante. Consiste en toda una logística a tener en cuenta.

Cuando hablamos de tropiezos, de imprevistos, obstáculos y deambulación; la visión correcta es un condicionante de importancia. Se requerirá una buena ILUMINACIÓN en los posibles trayectos, pasillos, avenidas, escalones; tanto por el día como por la noche, incluso en lugares menos transitados. Así, la estrategia de ventanas o claraboyas o las luces supletorias en los pasillos. Una defectuosa disposición de esta intendencia facilita los accidentes. También las alteraciones visuales individuales, cataratas u otros transtornos, pueden sumarse a las inconveniencias.

Según los lugares que vayamos a valorar, se pueden usar ARTILUGIOS, instrumentos o materiales, que suavicen o eliminen los impedimentos; unos de colocación fija, pasamanos, asideros en el baño, adecuación de los vehículos para el servicio público; pero también andadores, muletas y aditamentos de ese estilo. Las posibilidad de inventos útiles queda abierta.

El propio protagonista, no olvidemos que lo somos todos en potencia, debe estar imbuído de la necesidad para considerar las PRECAUCIONES; como paso previo y preventivo, no sólo tras el primer accidente. El tipo de zapato o zapatilla, bien ajustados, con suela de buena fijación. Con unas vestimentas que no favorezcan enganchones, que permitan los movimientos con soltura. Sin olvidar el papel nocivo del atolondramiento, no siempre evitable.

Con la edad y con la precipitación, se incrementan los tropiezos; después, las secuelas se prolongan largo tiempo sin pedir permiso.

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