11/1/17

Envejecimiento: el papel de las hormonas [11-1-17]


Envejecimiento: el papel de las hormonas

El llamado “eje hipotálamo-hipofisario” está formado por el hipotálamo, una región del sistema nervioso central, que regula el funcionamiento de la glándula hipófisis, que segrega hormonas especiales que a su vez controlan la producción de las hormonas que se producen en otras áreas del organismo. Estas hormonas “periféricas” influyen a su vez, por un mecanismo de retroalimentación, en la producción de las hormonas de la hipófisis.

Esto funciona de la siguiente manera: supongamos, por ejemplo, que la glándula tiroides está produciendo menos hormona tiroidea de la que el organismo necesita. Esto es “detectado” por el hipotálamo, que le “indica” a la hipófisis que produzca una hormona especial llamada “TSH”, cuya función es estimular a la glándula tiroides para que produzca más hormona tiroidea. En respuesta a esta estimulación, la tiroides comienza a producir más hormonas, hasta que las mismas llegan a los niveles requeridos. Cuando esto ocurre, el eje hipotálamo-hipofisario nuevamente lo detecta y hace que la hipófisis disminuya la producción de TSH para que la tiroides no se siga estimulando y no se produzcan hormonas tiroideas en exceso.

A este proceso por el que los niveles de hormonas periféricas (tiroideas en este caso) afectan la actividad del eje hipotálamo-hipofisario es a lo que se llama “retroalimentación”. La sincronía entre todos los componentes de este sistema es una de las características fundamentales del eje neuroendocrino que se ven afectadas por el envejecimiento, y afecta a las tres “áreas” principales del “envejecimiento hormonal”: el eje somático o GH-IGF-I (produciendo la llamada somatopausia), el eje gonadal o de las hormonas y órganos sexuales (gonadopausia), y la secreción de andrógenos por las glándulas suprarrenales (adrenopausia).

En este último caso, los estudios epidemiológicos revelan la disminución constante de la secreción de andrógenos (DHEA y DHEA-S) en hombres y mujeres mayores, aunque no se conoce el origen de este agotamiento en la función de la zona adrenal de las glándulas suprarrenales.

Modelos de envejecimiento

La tortuga y la langosta exhiben, sorprendentemente, pocos signos de envejecimiento, aunque todavía no se sabe bien por qué razones. En las moscas comunes, la activación del gen “Matusalén” conlleva una extensión de la longevidad de aproximadamente 30 por ciento.

En las ratas de laboratorio, el “rejuvenecimiento” se puede estimular por sustancias llamadas apolipoproteínas (Apo) E-3 y E-4, cuya producción se incrementa por los estrógenos. En los ratones transgénicos a los que se anuló la capacidad de producir Apo-E, en cambio, esta respuesta a los estrógenos no se produce. Este descubrimiento abona las suposiciones sobre el importante papel que jugarían los estrógenos en la prevención del envejecimiento neuronal y la enfermedad de Alzheimer.

Los estrógenos también jugarían un importante papel en la plasticidad neuronal (característica de un cerebro “joven”) induciendo la producción de proteínas especiales en los astrocitos (células que forman parte del sistema nervioso) e interviniendo en el funcionamiento de las neuronas que forman parte del eje neuroendocrino (sobre todo las neuronas relacionadas con el control de la secreción de hormonas sexuales). Esta respuesta de estas neuronas a los estrógenos se iría perdiendo con la edad

Rol del sistema neuroendocrino

La notable variabilidad en el estado del organismo de la población que envejece sanamente, y en la progresión de enfermedades relacionadas con el envejecimiento, (como por ejemplo la osteopenia, y los desórdenes cognitivos) pueden reflejar, en parte, las variaciones que naturalmente se dan en el producto final de la acción de los genes implicados.

Por ejemplo, la diversidad molecular en el receptor glucocorticoide (la parte de las células –producida por la presencia de un gen específico– a la que se van a unir los corticoides para poder actuar), puede influenciar los efectos de los corticoides sobre los distintos tejidos. En otras palabras: en dos personas sanas distintas, el mismo nivel de corticoides puede tener efectos diferentes porque los receptores sobre los que actúan son también diferentes en cada una de esas personas, pese a que en ambas el gen que “produce” dichos receptores es normal.

De hecho, se piensa que estos polimorfismos en otro receptor, el receptor IGF-I, podían ser relevantes para explicar las diferencias interindividuales en la atrofia de los tejidos que se produce durante el envejecimiento.

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